¿Qué le pasa al New York Times?
Desde aquel «España va bien» y el «milagro español» de los noventa y primer septenio del siglo XXI hasta la actual situación con más de seis millones de parados reales y la economía literalmente estancada, con el crédito cerrado bajo siete llaves a empresas y particulares, la prima de riesgo por las nubes y las administraciones públicas ahogadas por su propia opulencia sólo han pasado cinco años.
Mucho se ha opinado en estos años sobre las causas de la crisis … la burbuja inmobiliaria, la crisis de las «subprimes» … el excesivo endeudamiento de las Comunidades Autónomas … la corrupción de la casta política … quizás todo ésto sea cierto … o quizás todo ésto sólo sea la coartada; la coartada para aniquilar a un Estado con potencialidad para volver a ser lo que fué antaño (obviamente bajo un paradigma distinto al mundo que se conoció en los siglos XVI y XVII).
La reflexión que comparto con el amable lector no es de un día, ni de una semana, sino que se fundamenta en algunas imágenes … en pequeños detalles que forman parte del imaginario colectivo de los españoles y que se han desarrollado en el último lustro en nuestro país y fuera de él … en actitudes de nuestros políticos y en gestos de la comunidad internacional … me explicaré:
Cuando el Presidente Rodríguez Zapatero decía – año 2008 – que España estaba en la «Champions Leage» de la economía mundial probablemente no estaba mintiendo, probablemente se lo creía, y tenía datos que corroboraban su optimismo … de ahí que, en los meses y años que siguieron a esa afirmación, su rostro fuera desencajándose hasta la fotografía de 2010 en que se vió obligado a acometer unas reformas totalmente contrarias a su programa electoral … aquel rostro parecía decir «¿cómo es posible que hayamos llegado hasta aquí?» … otro tanto cabe decir de la actitud del Presidente Rajoy; cuando estaba en la oposición creía – no me cabe ninguna duda – que la dramática situación a la que estábamos llegando se solucionaría con contención del gasto y políticas responsables … sin embargo, con el transcurso de los meses también cambió la expresión de su rostro … lo racional no es suficiente … hay algo más, algo más que sólo puede explicarse desde la comprensión de un idioma y una cultura que transcienden a la «piel de toro» en un mundo globalizado.
Efectivamente, España (o «las Españas», como me gusta llamarla en atención a su diversidad) cuenta con trabajadores cualificados – sirva como ejemplo las ofertas de trabajo masivas para enfermeras, primero desde Gran Bretaña, hoy desde Arabia Saudí – y con multinacionales en todos los sectores de la economía (Telefónica, Inditex, Iberdrola … y un largo etcétera) y el sector turístico más pujante del mundo.
A los valores intrínsecos de nuestros hombres y mujeres y nuestras empresas del siglo XXI hay que sumar la herencia recibida: el idioma español que comparten más de 500 millones de personas de forma nativa, y que consolida nuestra lengua a la cabeza de Internet; y la situación geográfica … sí, somos el ombligo del mundo 🙂
Por todo ello la actual decadencia de nuestra economía y nuestros valores no se explica – o no exclusivamente – en las razones apuntadas anteriormente, sino en una guerra incruenta contra quienes nos perciben en el concierto internacional como una amenaza atendida nuestra historia, nuestra creatividad y los lazos naturales con la mitad del mundo forjados quizás en el hecho de que España no tuvo colonias (tan español era un español de Sevilla como uno de México); y, sin duda, en atención al crecimiento exponencial de hispanohablantes nativos.
La potencialidad de España, con la realidad expuesta, es inmensa y sólo puede frenarse con una estrategia de «acoso y derribo» dentro y fuera de nuestras fronteras; ejemplo de ésto último los artículos que nos ha dedicado el New York Times en los últimos meses:
http://www.nytimes.com/slideshow/2012/09/24/world/europe/20120925-SPAIN.html#1
http://www.nytimes.com/2012/10/02/opinion/spanish-protests-german-prescriptions.html?hp&_r=0
La pujanza de un país es el resultado de un estado de ánimo, y parece que hay quien se está tomando muchas molestias para que permanezcamos aferrados al sentimiento de abatimiento de 1.898.
