Un error de concepto
Existe la creencia de que las llamadas “Nuevas Tecnologías” y el fenómeno Internet constituyen una especie de mundo paralelo (y distinto al mundo real), en cuyo cajón de sastre aglutinamos, a modo de gueto, no sólo las realidades de intercomunicación resultantes del World Wide Web, las redes de telecomunicación (fija, móvil…redes wi-fi…) y las “máquinas” (hardware) en sentido amplio; sino también la normativa reguladora de estos “fenómenos” y ello, a mi modo ver, constituye un error de enfoque (o de concepto) que limita el espíritu Internet y, en definitiva la Sociedad del Conocimiento “lato sensu”.
En los albores del siglo XXI no podemos hablar de cibersociedad como de un concepto distinto al concepto Sociedad. No creo en la cibersociedad, como no creo en los ciberdelitos ni en los ciberderechos. La Sociedad – hoy más que nunca – es una, y el denominado ciberespacio ha dejado de ser una suerte de “cuarta dimensión” excluída y excluyente de la realidad “off line”. La informática, las telecomunicaciones e Internet son medios (y ya no tan “nuevos”) de nuestra Sociedad actual.
Interesante ponencia, Pedro. Los vas a dejar con la boca abierta 🙂
Está muy bien (si es que yo soy quién para decirlo). Espero que te haya costado por lo menos un año escribirlo, porque si no nos hundes en la miseria a los mediocres.
De todos modos a mí me preocupan más los adelantos técnicos que desconozco y que pueden permitir (no sé, a lo mejor, se me ocurre)que sólo por el hecho de tener una cuenta de correo electrónico, o haber comprado un ordenador con un determinado procesador, alguien tenga la capacidad suficiente para rastrear mis correos o saber qué hago con mi ordenador. Pensemos en el chip implantable que puede contener datos personales de quien lo lleva, como la historia clínica u otros ¿Podremos controlar la tecnología como para tener la seguridad de que nadie (Estado o particular)es capaz de leer esa información sin permiso del propietario?
Querida amiga, el problema en la protección de datos personales o yendo más lejos, en la protección del derecho a la intimidad (y, en este punto, no comparto la interpretación del T.C. en su Sentencia 292/00) de las personas radica, desde mi humilde punto de vista, en que los poderes públicos están olvidando – no ya en el código penal – sino en las leyes mercantiles e, incluso en las campañas de divulgación, otros ataques a la privacidad de las personas como los que enumeras en tu post, y que constituyen los verdaderos azotes a la libertad; sniffers, bots…aunque proyectos como «carnivore» tampoco me parecen la solución.
Vivió entre los siglos XIII y XIV, en Wakefield,
en el condado de York.
Conocido por su Defensa de los desamparados,
su espada estuvo durante largo tiempo dedicada a esta defensa.
Se dice que el rey Eduardo II al saber que el número de ciervos
reales de Wherwood disminuía debido a este hombre y su banda,
decidió limpiar de proscritos el bosque.
El rey y sus caballeros se disfrazaron de monjes y se internaron
a caballo en el bosque. Cuando lo encontraron, el Rey mostró el
sello real y les pidió que se pusieran a su servicio. Nuestro hombre
pidió a sus hombres que se arrodillaran ante el sello real y juraran fidelidad al rey. Poco después Eduardo II reveló a todos su identidad
y perdonó a los proscritos, con la condición de que se instalaran en
la corte y se pusieran a su servicio.
Su historia es una historia romántica.
Su nombre, Robin Hood